Estas son las escaleras que suben del patio de mi abuela a su casa.

Cuando era pequeña íbamos casi todos los fines de semana a la casa de Orense.

Mi padres nos subían a los niños en los asientos de atrás del coche y nosotros tardábamos 0,2 segundos en colocarnos unos encima de otros para ponernos a dormir (si no, con aquellas curvas, había mareo seguro).

Allí pusimos nuestra primera piscina desmontable, una toy pequeñita que servía para mojar los pies y poco más (bueno, en aquel entonces nos cubría hasta la cintura), tuvimos nuestras primeras mascotas (un enorme perrazo negro llamado Yanki, unos patos que murieron antes de llegar a la edad adulta y 3 conejos: Paquito, Blanquita y Andrea, que con el tiempo llegaron a ser 5000...) y plantamos nuestro primer huerto (el mío tenía zanahorias y probablemente algo más, pero no lo recuerdo).

Y en esas escaleras tuve una de las primeras caídas que recuerdo, justo en ese escalón (aun) más irregular que el resto.

Todavía ahora me aseguro de no resbalar cuando lo subo.