Recuerdos (All Within My Hands)
Si se trata de decir la verdad, no sé describirla lo suficientemente bien para entenderme yo mismo, por lo que evitaré la parte en la que trato de hacer lo posible porque me entiendas. Sólo déjalo reposar.
Deberías haber visto el cielo esta noche de luna llena y ni una sola nube alrededor. Afortunadamente sólo el cielo estaba estrellado y no yo mientras grababa a 140 y acelerando. Me parecía ir despacio, o tal vez es que yo iba más rápido que todo a mi alrededor.
No sé por qué (irónico, lo sé) he recordado la n-ésima borrachera de mi vida, tan lejana en el tiempo (podría decir hasta la hora de cada vaso, pero "diez años" son suficientes). Recuerdo haberla conocido por casualidad mientras el alcohol corría por las venas de los dos, casi tan libremente como el agua del océano a apenas un par de metros de nosotros (y cada vez menos).
Recuerdo haber jugado a tonterías que hicieran pasar la noche aún más rápido de lo que se estaba pasando, pero el tiempo se congelaba (no sólo por la brisa nocturna) cada vez que la observaba, pues aunque éramos tal vez diez, podríamos haber sido... trescientos... y la habría localizado en menos de lo que tardo en pestañear.
Recuerdo su belleza de anuncio de televisión. No es imaginación, es haberme acordado de ella cada vez que pusieron cierto anuncio durante unos cuantos meses después... era exactamente idéntica. Afortunadamente veía poco la tele.
También recuerdo lo poco en tiempo, lo mucho en intensidad, que disfruté de su mente, de sus palabras, de sus comentarios enrevesados tratando de competir con los mios... por Dios, recuerdo cómo me dejó sin respuesta tras cierto comentario sobre la pasión (quiero decir, motos) y la pasión (quiero decir, mujeres). Sólo le faltó nombrar la pasión (quiero decir, metallica) para pedirle matrimonio. Exagero lo justo para saber que aquel momento no era habitual.
Y sé, porque lo sé, no hay intuición, lo sé, que de haber besado sus labios no habría obtenido rechazo, que sobre la arena, a solas, del amanecer entre el murmullo de las olas, habría tenido todo lo que ella quisiera tener (sé lo que me digo).
Sin embargo probé (debiera decir tragué) la primera ocasión en la que algo me dice que no, que ese paso me está vetado, que no habrá más besos que al ser presentados... y tal vez al decirse adiós. Algo no iba, algo no estaba bien.
Sólo tardé apenas horas en obtener respuesta, sentado frente a un tablero de ajedrez en el que había perdido más piezas de las necesarias para perder, cuando la vi entrar de la mano de alguien que con ella podría presumir. Así supe por qué la partida con ella se había perdido antes de empezar y que sería mío el mate al ajedrez. Y lo fue.
Me gustaría dejar de tener esa sensación por segunda vez...
5 comentarios:
naa, tío...pasa página...todo llega.
Mmmm... las renuncias.
Yo también recuerdo una, no hace demasiado.
Él es de esos que encandilan. Cuando hablábamos las horas se pasaban entre risas, discusiones filosóficas y algún inocente coqueteo mezclado con algún tipo de rendición inconsciente.
Sé que me miraba con aquellos ojos verdes penetrantes y dejaba de pensar en que no me gustaba su pelo pincho, ni su collar tribal-pijo al cuello ni la incipiente barriguita de despacho.
Nos entendíamos y nos escandalizábamos mutuamente. Y nos atraíamos, sin ninguna duda.
Había un tema en el que no estábamos de acuerdo: la fidelidad. Yo defendiéndola, él completamente ateo.
Tal vez aquel hubiera sido el momento, el lugar y la persona adecuada para no sabemos qué, pero decidimos que no. Ignoramos las ganas.
La lealtad no tendría ningún mérito si no existieran las tentaciones. Supongo.
yo recuerdo una cada día
¿Cada día? Jolín...
La verdad es que yo tengo pocas, poquísimas tentaciones.
Vamos, que en los últimos 12 años puedo contar con una única mano las tentaciones reales que he tenido.
No sé quién ha hablado de renunciar.
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